Esto de las jubilaciones con moratoria tiene su lado. Para empezar, la brecha de género es tremenda. En Formosa, el 95,4% de las jubiladas entró por moratoria, ¡una locura! Los hombres, un 81,6%. Se ve que la informalidad golpeó más fuerte a las mujeres.
Y ni hablar de la guita. El que se jubiló por moratoria cobra $367.005, mientras que el que aportó todo llega a $891.447. Con el bono, el promedio general queda en $512.889. ¿La diferencia? Te descuentan un buen tiempo las cuotas de la moratoria.
La posta es que el 88% de los que cobran la mínima más el bono, o sea, 2.634.192 de 2.989.306, ¡son por moratoria! O sea, la plata más chica del sistema se concentra acá.
Estas moratorias arrancaron en 2005 para recaudar y para incluir a los que quedaron afuera. Pero lejos de ser un parche, se hicieron la regla para jubilarse en Argentina.
Hoy, si no tenés los 30 años de aportes, podés ir por la Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM), que es el 80% de la mínima, o el plan de cancelación de aportes para los que laburan, que también está en la ley 27.705.
Pero el problema de fondo sigue siendo la informalidad laboral. El blanqueo de 2024 apenas regularizó a 16.703 laburantes, un 0,3% de los más de 5 millones de informales que calcula el Indec. ¡Una gota en el océano!
Después de 20 años, este sistema de moratorias muestra que no pudimos con la informalidad y que falta un diseño con aportes proporcionales. La pregunta del millón es: ¿cómo bancamos un sistema que cada vez depende más de planes excepcionales para asegurar derechos básicos?







