En una coyuntura crítica para el dólar, agravada por las próximas elecciones legislativas del 26 de octubre, el futuro del peso argentino se presenta incierto.
Paradójicamente, o quizás de manera predecible, esta incertidumbre se intensificará el lunes 27, con la asunción de Nigel Chalk como director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI. Este economista británico, con una vasta experiencia en crisis asiáticas y europeas, no solo asumirá la dirección de las revisiones del acuerdo argentino, sino que se erigirá como el árbitro supremo de un pacto trilateral que incluye al Tesoro de Estados Unidos, al FMI y al gobierno del presidente Javier Milei.
Chalk sucederá a Rodrigo Valdés, quien fue removido de su cargo en julio de 2025 y reasignado a otro rol dentro de la organización, tras haber manifestado desacuerdos públicos con el presidente Milei.
El Gobierno alberga la expectativa de que la intervención de Chalk pueda, al menos parcialmente, estabilizar el tipo de cambio o, en el peor de los escenarios, mitigar una devaluación. En última instancia, de su decisión dependerá la suerte del esquema cambiario, actualmente mermado en credibilidad y con una estructura debilitada.
El programa económico, enfocado en el ajuste fiscal y la limitada acumulación de reservas, ha logrado contener parcialmente la volatilidad del dólar desde principios de año, gracias al esquema de bandas y la intervención estratégica del Banco Central en el mercado de futuros. Sin embargo, las elecciones del domingo introducen un factor disruptivo: un oficialismo debilitado en el Congreso podría retrasar reformas cruciales, como la flexibilización cambiaria, lo que obligaría al FMI a endurecer sus condiciones.
En este contexto, el rol de Chalk trasciende lo meramente administrativo; como enlace directo con el Tesoro de Washington, su decisión será determinante para la continuidad del acuerdo o, como se vislumbra, para la necesidad de que el Gobierno negocie nuevas metas. Se contempla, por tanto, la posibilidad de implementar, a partir de 2026, condicionalidades más estrictas.
Definiciones inminentes: el futuro del dólar
Para el dólar, esta situación representa la diferencia entre una apreciación marginal del peso y un abrupto salto devaluatorio que devuelva competitividad a los sectores exportadores. La trayectoria de Chalk, forjada en el FMI desde 1997, lo posiciona como un guardián pragmático de la ortodoxia monetaria, con un historial de mediaciones exitosas en programas de Tailandia y Grecia, pero también de exigencias inflexibles en materia de superávits primarios.
Se ha destacado que su doctorado en la UCLA y su experiencia en Barclays como analista de Asia le otorgan una visión integral de los flujos de capital, fundamental para evaluar el swap chino y su posible restitución, así como la erosión del superávit comercial y la tendencia negativa de la Inversión Extranjera Directa (IED).
En su nueva función, Chalk supervisará la séptima revisión del EFF (Extended Fund Facility), donde el foco principal recaerá en las bandas cambiarias: ¿autorizará una mini-devaluación postelectoral para alinear el tipo oficial con el Contado con Liquidación (CCL), o impondrá metas de reservas que congelen cualquier ajuste, priorizando la estabilidad a expensas de un crecimiento anémico para 2026?
Una consulta informal con fuentes allegadas a la negociación revela tres elementos clave para comprender el impacto de Chalk en el futuro del dólar argentino:
El acuerdo con el FMI y la dependencia de reservas externas: Si, según los indicadores actuales, Argentina no logra acumular reservas netas significativas por medios endógenos —dado un flujo comercial estancado y la ausencia de avances en la atracción de IED—, el programa enfrentará un obstáculo crítico. Chalk, en coordinación con el Tesoro, podría condicionar el desembolso de la séptima revisión a la materialización del swap prometido de u$s20.000 millones y un préstamo sindicado de bancos. Sin esta intervención externa, el FMI optaría por waivers limitados, congelando tramos del EFF y exigiendo un ajuste fiscal adicional del 0,5% del PBI, lo que socavaría la confianza.
El sistema de bandas cambiarias: El esquema actual de bandas se encuentra en una encrucijada poselectoral. Chalk podría impulsar una transición gradual hacia una flotación administrada para mitigar presiones inflacionarias. Si las reservas netas no superan los u$s30.000 millones, su mandato priorizaría el mantenimiento estricto de las bandas para evitar espirales de devaluación, limitando las intervenciones del BCRA y exigiendo una unificación parcial del mercado para diciembre. En un escenario optimista, con el respaldo de Scott Bessent, Chalk avalaría una ampliación de las bandas al ±20%, permitiendo una corrección controlada que libere las presiones acumuladas y facilite un repunte exportador, aunque con el riesgo de una inflación transitoria del 4% mensual.
La suerte del programa económico en su conjunto: El programa del presidente Milei, sustentado en un superávit fiscal primario del 1,5% del PBI y la desregulación sectorial, podría consolidarse bajo la tutela de Chalk si las elecciones no fragmentan el Congreso más allá de lo previsto, permitiendo la aprobación de la ley ómnibus 2.0 con énfasis en privatizaciones y reforma laboral. Sin embargo, un revés electoral significativo expondría vulnerabilidades estructurales, forzando al funcionario a intermediar un “paquete de salvataje” con el Tesoro que incluiría condicionalidades por u$s15.000 millones adicionales, a cambio de recortes en subsidios del 20% y un pacto de no emisión para 2026. En el peor de los casos, una quiebra en la confianza conduciría a una recalibración del EFF con metas de crecimiento revisadas al 1%, priorizando la estabilidad sobre la expansión y extendiendo el ajuste hasta 2027.
Las recientes recomendaciones del FMI
En su último Informe de Perspectivas Mundiales, el Fondo destacó que, ante un panorama regional caracterizado por incertidumbres globales y una desaceleración proyectada del crecimiento para América Latina, resulta imperativo que Argentina fortalezca su posición de reservas como pilar fundamental de su estabilidad macroeconómica.
El organismo sostuvo que, frente a “shocks persistentes” que afectan el comercio exterior, las remesas y los flujos de capital, “solo un colchón robusto de divisas permitirá al país navegar con mayor autonomía las turbulencias externas”, consolidando marcos monetarios sólidos y facilitando un retorno gradual a los mercados internacionales de financiamiento.
La institución subrayó que esta insistencia “no surge en el vacío”, sino como respuesta a un primer semestre en el que “el dinamismo exportador en commodities y manufacturas ha sido contrarrestado por un debilitamiento en el consumo privado de economías clave”, lo que exige una “disciplina fiscal y cambiaria” que trascienda las inminentes coyunturas electorales.
Con respecto a Argentina, el FMI afirmó que “las reformas impulsadas por la administración actual, orientadas hacia una mayor apertura y eficiencia regulatoria, reciben el aval técnico del FMI como un avance estructural contra décadas de rigideces que obstaculizan la productividad”. Medidas como la simplificación aduanera mediante herramientas digitales, la atracción de inversiones foráneas en sectores estratégicos como energía y minería, y la eliminación de controles sobre tasas de interés han configurado “un entorno más predecible para el capital privado”, al tiempo que se progresa en la desregulación de mercados laborales y la racionalización de entidades estatales.
No obstante, el informe del organismo advierte que estos esfuerzos, aunque ambiciosos, deben profundizarse para mitigar vulnerabilidades endémicas como la informalidad y los elevados costos operativos, “transformando un ajuste inicial en un motor sostenido de competitividad que eleve el potencial de crecimiento a mediano plazo”.
Mirando hacia el futuro, el FMI anticipó para Argentina un repunte del PIB del 4,5% en 2025, con una inflación anualizada en torno al 28%, seguida de una moderación hacia el 4% de expansión y tasas de precios entre el 7% y el 12% para finales de 2026, “siempre que se mantengan las anclas fiscales y se acelere la acumulación de reservas netas”.