Javier Milei y Kristalina Georgieva hablarán en Río de Janeiro en la Cumbre del G20 para cerrar el acuerdo “corto” y, eventualmente, dejar planteada la estrategia conjunta de negociaciones para 2025. El presidente argentino y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) saben que no es el momento de grandes acuerdos de largo plazo.
Es decisión personal de Milei esperar al 20 de enero a que asuma la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump, para acelerar un acuerdo de largo plazo (aproximadamente 10 años), que implique dinero extra. Mientras tanto Argentina y el FMI tienen que tender un puente hacia ese momento, y deben cerrar discusiones que aún están abiertas.
Fundamentalmente, que el organismo apruebe el logro de las metas pactadas en el acuerdo de Facilidades Extendidas vigente para el segundo y tercer trimestre del año, dos períodos ya cerrados pero que por la falta de acuerdo en temas de fondo no pudieron ser anunciados como cumplidos por parte del país. Sería la firma de un nuevo programa de Facilidades Extendidas que complete la aprobación de las metas pactadas para este año y una extensión básica para el 2025.
En lo urgente, se requiere que se aprueben las 9° y 10° revisiones generales pactadas en el acuerdo firmado por Martín Guzmán en marzo del 2022, y que, con dos revisiones (una en junio pasado y otra en enero de este año), es el que está vigente. Se buscará con el Fondo finalmente comenzar a discutir el cierre del ejercicio con la idea de firmar el ejercicio entre febrero y marzo próximo, y ratificar las metas que deberá cumplir Argentina en 2025.
Se buscará que para el próximo año, el FMI acepte que Argentina no devalúe ni unifique el tipo de cambio. Le dará la oportunidad a Javier Milei de demostrar que su idea de una mejora de la competitividad a partir del respeto del crawling peg al 2% mensual (puede cambiar tenuemente hacia arriba o hacia abajo), con una inflación que, aseguran en el Gobierno argentino, se mantendría en un promedio de 2% mensual. O menos.
Además, se respetará la estrategia de apertura del cepo según los criterios que considere el Ejecutivo y el Ministerio de Economía, siempre que el ritmo hacia delante sea de liberación y no dependencia. En otras palabras, menos ideologizadas, que el cepo se vaya desmantelando y no profundizando o manteniendo.
El criterio de prioridades sobre los rubros económicos donde se flexibilizará el acceso a las divisas quedará a criterio del gobierno argentino, pero en este caso ambos coinciden. Antes que nadie, se priorizará la apertura del cepo para la producción y la posibilidad de giro al exterior de las ganancias locales. Esto, además de una normalización total del acceso a los dólares para los importadores, no sólo para las pymes (que según el oficialismo ya están casi al día), sino también para las grandes compañías.
Por lo demás, acepta el FMI que la posibilidad de poder comprar dólares para el público en general para atesoramiento o turismo continuará trabada por bastante tiempo más. Esto incluye el mantenimiento de algún tipo de impuesto al consumo de dólares por tarjetas o vías digitales, con un nivel de costo similar al actual. Esto es, unos 1.600 pesos por dólar.
En esto coinciden tanto el Fondo como el gobierno criollo: no es tiempo de salida masiva de dólares para turismo u ahorro popular. Menos a este valor, que, para ambas partes, es barato. Desde el FMI se aceptarán estas políticas que no están en la carpeta clásica de las revisiones técnicas e históricas del organismo. Mucho menos en la cabeza de quien sacado de la discusión por pedido del gobierno argentino, el director gerente para el hemisferio occidental Rodrigo Valdes.
Así, si todo sale bien, habrá foto con la directora Gerente del FMI, la búlgara Kristalina Georgieva. Lo que podrá anunciarse en las próximas jornadas, es la aprobación de los períodos abril- junio (novena revisión) y julio- septiembre (décima).
Hay sólo un problema por resolver. Argentina sobre cumplió las metas de superávit fiscal primario de ambos períodos, y no tendrá problemas en lograr el objetivo anual de un 2,1% de ahorro entre recaudación y gastos. Incluso puede mostrar el Ministerio de Economía un superávit financiero (primario menos el pago de deuda corriente) entre enero y septiembre de un 0,45% aproximado. Esto es, unos 2.500 millones de dólares.
Es un hecho inédito desde el período 2003-2005, con Roberto Lavagna como ministro y con un país en default. También puede mostrar el Gobierno argentino un cumplimiento estricto en cuanto a la emisión monetaria, donde hasta septiembre el resultado es cero. Justo lo que pide el FMI.
Donde habrá que pedir un waiver es en la acumulación de reservas. A septiembre, el número comprometido ante del FMI estuvo entre 1.000 y 2000 millones de dólares abajo. Un número comprensible, y una meta incompleta en vías de recuperación en el último trimestre del año, vía blanqueo.
Según asegura el Palacio de Hacienda, para fin de año los U$S 8.000 millones de recuperación de reservas del BCRA estarían cerca de lograrse. Y, si no es así, será por poco. La buena noticia en este capítulo es que el resultado del blanqueo fue mejor de lo esperado, y que entre octubre y noviembre las reservas habrán superado los 2.000 millones. No se llegará a la meta pactada, pero la diferencia será corta.
Las metas para el próximo año, al menos para un acuerdo primario donde se cierre el 2025 pero se abra la posibilidad de una renegociación futura luego que Trump se estacione en la Casa Blanca, no tendrían sorpresas. Las metas fiscales y de emisión serán similares, y la recuperación de reservas las lógicas y difíciles de lograr. Por lo demás, todo será declaraciones de principios, virtudes y obligaciones. Lo que no habrá, es dinero extra.
Desde Washington sólo habrá compromisos de giro de lo ya comprometido y firmado en marzo del 2022 por e exministro Martín Guzmán, y que sólo garantiza el pago del capital. Los intereses, habrá que pagarlos. Eso sí, con la reducción de costos y sobrecostos que aprobó el Board del organismo hace 8 días en su reunión de Washington, y que para el país implicaría un ahorro de aproximadamente 500 millones de dólares. No poco ni mucho, pero todo ayuda. Habrá que agradecer a Ucrania, el motivo real de la reducción de intereses.
Mientras tanto, el Ministerio de Economía está cerrando los números del 2024. Para poder comenzar a proyectar hacia delante, necesitaba tener un octubre fiscalmente amistoso. Y lo tuvo. Según los datos oficiales, el superávit financiero (con el pago de intereses de deuda) acumulado al noveno mes del año, alcanzó el 0,44% del PBI; lo que implica unos 2.000 millones de dólares; mientras que el primario (recaudación sobre gasto) se ubicó en unos 8.000 millones de dólares, acercándose al 1,8% del PBI.
Confía el Ministerio de Economía que la tendencia continuará en octubre, con lo que el primario superará el 2,1% del PBI y que el financiero se ubicará en el 0,6% del PBI. Luego vendrá una tendencia negativa en los dos últimos meses del año; algo inevitable ya que, fundamentalmente diciembre, es un mes de alta suba del gasto producto del pago de deuda, aguinaldos y puesta a punto con proveedores del Estado. No habrá problemas en mostrar un resultado final en sintonía con el FMI, con datos fiscales oficiales similares a los de la salida de la convertibilidad. Los que, se promete, volverán a repetirse en el 2025.